lunes, 14 de febrero de 2011
Noche mágica en Iñaquito al grito de "libertad, libertad"
(Quito-Ecuador)
Firma: María de Toral
Lo vivido esta noche en la plaza de toros Quito es difícil de describir. Fue un reclamo de libertad, hecho desde el más profundo de los sentimientos, exigiendo libertad desde las más ancestrales tradiciones de la serranía. En una misma tarde se pudo ver una exhibición de gallos, un baile tradicional que rememora los toros de pueblo y un festival taurino que, dejó recuerdos imperecederos a los asistentes.
La carga emocional era inmensa y es que, todos los allí reunidos teníamos el temor de que quizá, esa fuera la última vez que se nos permitiera ver toros en Iñaquito y todos teníamos, el corazón en la boca, el alma aflorando en cada “olé”, la sangre corriendo a prisa en nuestras venas.
Afición que pide libertad
No faltó la tradicional “sal quiteña” y se escucharon gritos; por cierto poco amables para el Presidente de la República y el Alcalde de la ciudad como: “Por un Quito sin Barreras y un Ecuador sin Correas” coreado por dos jóvenes aficionados: Pablo Díaz y Álvaro Palacios.
Un aficionado llevó un cartel que rezaba: “Es nuestra libertad, no su tiránica voluntad”, por cierto este aficionado estuvo a punto de ser retirado de las gradas por la fuerza pública, pero; el policía, salvaguardando su propia integridad, terminó por marcharse ante el atronador grito de “libertad” que se escuchó en toda la plaza, casi como si una sola voz lo gritara.
Un aficionado profundo, Carlos Grijalva, gritó: “viva la muerte digna del toro de lidia” justamente cuando doblaba el primer novillo de David Fandila, “El Fandi”.
Con lo dicho esperamos describir la inmensa carga de emociones que se vivió la tarde-noche de hoy en la Plaza de Toros Quito que además vio tres toreros mostrándose en toda su magnitud. Un Fandi derrochando habilidad con un primer toro difícil, sin condiciones al que recibió con un par de largas cambiadas de rodillas y que, si bien se empleó en varas, no terminó de romper a la hora de la faena de muleta por lo que, David, necesitó echar mano de su capacidad para minimizar los defectos del toro.
Un animal que se dejó por el pitón derecho, al menos en el primer tramo de la lidia, por naturales no tenía un solo pase. Fue complicado siempre, se volvía en un pañuelo y, hacían falta las grandes condiciones físicas de El Fandi para estar bien en la cara del novillo. Hacia el final de la faena se acunó en tablas y el torero, hábilmente aprovechó un arreón del novillo para clavar una estocada casi entera que pareció bastar pero, el puntillero lo levantó y fueron necesarios dos golpes de descabello para pasaportar el primero de la noche, sin embargo, David paseó una oreja de su astado por el ruedo quiteño.
El segundo de la tarde se llamó: “Tolerante” y es que, hasta en los nombres de los toros se enviaba un mensaje. Castella lo recibió como es usual en él, plantado como una vela en el ruedo, con el capote extendido, acariciando la cara del toro en suavísimas verónicas.
Desgraciadamente el público estaba más interesado en el incidente que se dio en las gradas cuando un policía pretendió quitar a un aficionado un cartel que llevaba.
El novillo quizá fue picado en exceso, recibiendo bien el castigo. Luego, Sebastián brindó al público que, en ese momento se centró ya en lo que estaba ocurriendo en el ruedo.
Castella dio inicio a su faena al filo de tablas, con la muleta en la mano derecha y rígido como un mástil. La primera tanda fue buena, el toro acudió y Sebastián lo toreó con la mano muy baja, mandando, templando y dando muletazos muy profundos.
Pero esa fue la única tanda que se tragó el novillo, a partir de ese instante se repuchó, levantó las manos, tardeó a la hora de tomar los engaños, se rebrincó, embistió al paso y para colmo se volvía en un pañuelo fijándose mucho en las perneras del negro traje del torero.
Tras una estocada algo trasera, Castella terminó su actuación. El toro fue pitado en el arrastre y aunque el público atronó con el grito de “torero-torero”, el matador no se presentó en el tercio para recibir el aplauso con el que se quería agradecer su actuación.
En este momento, se anunció que la Empresa de la plaza Quito, regalaba dos novillos para “El Fandi” y Castella; presumimos que de haber tenido un tercer sobrero (algo que no se da porque siempre son dos los que se guardan en los corrales) hubiese habido uno también para Martín Campuzano.
El tercero de la noche fue para Martín Campuzano y tuvo un nombre interesante por decir lo menos, se llamó “Prohibido prohibir”, perteneció al hierro de Santa Coloma, fue un cárdeno de muy fea cornamenta.
Martín lo recibió con un ramillete de verónicas cadenciosas que emocionó a la parroquia que, acompañó ese tramo de la faena al grito de “Ecuador-Ecuador”. En varas el novillo apretó y recibió una muy buena puya.
El novillo era complicado, mirando siempre; quedándose bajo la muleta, tenía una embestida más franca desde lejos, pero; Campuzano lo toreó siempre con la muleta muy en la cara. En uno de los primeros muletazos el toro se echó Martín a los lomos, un susto sin consecuencias, afortunadamente. Campuzano volvió, valientemente a la cara del toro, pero muy pronto el animal comenzó a tomar sentido, a volverse en un palmo de terreno, complicando mucho la labor del torero de la tierra.
Logró una estocada casi entera que, desafortunadamente no bastó por lo que, necesitó de cinco golpes de descabello para dar fin a su faena. El público pifió con fuerza al torero y mucho más al toro en el arrastre.
El primer toro de regalo para David Fandila fue “Mestizo” una vez más un nombre evocador del delicado momento que vive la fiesta y fue de Peñas Blancas. Por su presencia y calidad se cuestionó el que hubiese quedado de sobrero y quizá ,esto se debió a que era escurridico de carnes.
“El Fandi” lo recibió con dos largas cambiadas al hilo de tablas para luego lograr unas muy lindas verónicas. Llevó el toro al caballo por chicuelinas al paso; en varas el novillo cumplió de inicio empleándose hacia el final de la puya.
El tercio de banderillas lo llevó a cabo bajo un auténtico clamor de aplausos y gritos, con un alto porcentaje del público en pié, el novillo se dolió con los rehiletes.
La faena fue inteligente, logró sacar todo el partido que el animal tenía por el pitón derecho porque, por el izquierdo no tenía un solo pase.
Al poco de iniciada la faena tropezó en la cara del novillo y le valió su insuperable condición física para salir, rodando por la arena, sin una cornada en sus carnes.
Se adornó con pases de rodillas, molinetes, en fin; todo aquello que podía levantar a la parroquia y logró, como ya es costumbre en él, meterse al público de Quito en el bolsillo. Tanto y tan bien se lo metió que, esta faena fue premiada con dos orejas a pesar de un terrible mete y saca que precedió a la soberbia estocada con la que finalizó su faena, faena que le valió dos orejas que paseó exultante por el ruedo quiteño.
En algún momento de esta apoteósica vuelta al ruedo, desde el tendido le dieron una bandera de Ecuador que primero se la lió al cuello y luego la tomó en su mano con su sombrero para agradecer al público desde el centro del ruedo.
El quinto toro de la tarde, el segundo de regalo fue, como dijimos, para Sebastián Castella y ese fue el broche de oro, para el reclamo de libertad del público de Quito.
Un novillo que casi llegaba a toro, precioso de hechuras, rápido de pies que entró derrotando en los burladeros con codicia y tranco.
Con el capote Castella nos regaló un ramillete de poemas bordados en fucsia, toreó con las manos caídas, casi como acariciando la cara del novillo, llevándolo envuelto en su capote casi diríamos que con ternura y el novillo acompañó los lances con una embestida clara y muy humillada.
Lo que Sebastián Castella hizo con el capote en ese novillo era más para los ojos del alma que para los ojos del cuerpo. Luego, llevó el toro al caballo por delantales suaves.
El tercio de banderillas sobrepasó todo lo que se podía esperar, Castella pidió tres pares de banderillas blancas e invitó a sus compañeros de terna para acompañarlo. Para explicar la magnitud de los pares que se vieron, baste con decir que el par de inferior colocación fue el de El Fandi” que lo colocó algo trasero.
Luego, Martín Campuzano sorprendió gratamente a todos, logrando un fantástico par al violín y por último, Castella se lució con un par al quiebre que fue espectacular. El público estaba de pie, aplaudiendo a rabiar y gozando tanto que, nos arriesgaríamos a decir que en ese momento, hasta se olvidó de la espada de Damocles que pende sobre la fiesta en el país.
Como es habitual en Castella, inició con unos cambiados por la espalda en los que lo único que se movía era la muleta, estatuarios magistrales.
Comienza toreando por bajo, pero tan por bajo y tanto humilla el toro que abre surcos en la arena llegando a casi darse una voltereta.
La profundidad de los muletazos, lo largos, lo cadenciosos fue indescriptible, una faena de mano derecha porque, por naturales el novillo tenía menos recorrido y la embestida no era tan franca.
Toreó a gusto, relajado, bajando la mano; templando, mandando y siempre rígido como un mástil. El público vivía un auténtico frenesí, los “oles” eran continuos y la gran mayoría de los asistentes, miraba la faena de pié.
Cuando Castella se acercó a pedir el estoque de matar un amplio sector del público comenzó a pedir el indulto del novillo. Acertadamente, Castella no cayó en el juego y se volcó sobre el morrillo del toro logrando una estocada espectacular, hasta los gavilanes que le bastó para terminar su actuación y llevarse, de paso, dos orejas y rabo de un toro que mereció la vuelta al ruedo.
Si algo queda de sensibilidad en las autoridades, deberían de tener en cuenta lo que hemos vivido esta noche en Iñaquito.
Un despliegue de las más ancestrales tradiciones: gallos, bailes en los que se conjugan los rituales meramente autóctonos del Ecuador indígena y lo importado por los españoles en la conquista, la figura señera del chagra; centauro de la serranía y un festival taurino que, vivirá eternamente en el recuerdo de los privilegiados que pudimos verlo.
Si el Presidente de la República incluyó la pregunta sobre la subsistencia o no de las corridas de toros y peleas de gallos en la probable consulta popular, a petición de un puñado de ciudadanos que se personaron en el palacio de Gobierno; ahora debe pensar en los miles de quiteños, (más de diez mil) que, reviviendo las tradiciones que son parte de nuestra historia, le pidieron a gritos la subsistencia de esas costumbres arraigadas en el alma misma del pueblo serrano del país.
Que no se hable de “pelucones”, hoy en la plaza Quito todos éramos hermanos, los de poncho y los de terno; allí había únicamente ecuatorianos amantes de la libertad y de las tradiciones que, conjugando los dos mundos que nos conforman volviéndonos mestizos, nos han hecho lo que somos.
Olé por una mágica noche de tradición, gallos, bailes, chagras y toros. ¡Ole por la libertad!.
Fotos: Alberto Suárez
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